Ramón López Soler
Ramón López Soler (Manresa, 1806 - Barcelona, 1836), periodista y escritor romántico español.
Murió en plena juventud, por lo que no pudo desarrollarse con originalidad. Fundó con Buenaventura Carlos Aribau (que habría de dar el grito de renacimiento literario catalán con su célebre Oda a la Patria) la revista El Europeo, en la que colaboraron desde el principio el inglés Ernesto Kook y los italianos Luis Monteggia y Florencio Galli, donde se propuso divulgar en España el panorama literario europeo y explicar las nuevas tendencias románticas no sólo como genuinamente españolas, sino en el más amplio sentido con que se propagaban en Alemania, Italia e Inglaterra. En esta revista, que vio la luz pública el 1 de octubre de 1823, apareció por primera vez en castellano el poema de Byron El Giaour, y en ella sonaron, por vez primera también, los nombres de los grandes poetas románticos europeos.
Su primera novela fue casi una adaptación castellana (con pasajes traducidos) del Ivanhoe de Walter Scott, como ya declaró el mismo autor en el prólogo y resaltó Ramón Mesonero Romanos, Los bandos de Castilla o El caballero del cisne (1830), novelización de un episodio en la rivalidad entre Juan II y los infantes de Aragón; la novela contrapone el Aragón de la época, identificado con la superioridad moral, a Castilla, de forma que queda patente el regionalismo del autor. Ramiro del Pimentel, el Caballero del Cisne, combate contra don Pelayo de Luna, hijo del famoso condestable, por la mano de Blanca de Castromerín. El valor mayor de esta novela es su visión sentimental y melancólica de la naturaleza.
El autor era sin embargo un gran estilista y una aguda inteligencia, según revela el prólogo a esta novela histórica, verdadero manifiesto romántico, en que se contiene, entre otras muchas otras cosas curiosas, un anticipo de la futura revalorización de El Greco. Así define el Romanticismo:
Libre, impetuosa, salvaje por decirlo así, tan admirable en el osado vuelo de sus inspiraciones, como sorprendente en sus sublimes descarríos, puédese afirmar que la literatura romántica es el intérprete de aquellas pasiones vagas e indefinibles, que dando al hombre un sombrío carácter, lo impelen hacia la soledad, donde busca en el bramido del mar y en el silbido de los vientos las imágenes de sus recónditos pesares. Así pulsando una lira de ébano, orlada la frente de fúnebre ciprés, se ha presentado al mundo esta musa solitaria, que tanto se complace en pintar las tempestades del universo y las del corazón humano: así cautivando con mágico prestigio la fantasía de sus oyentes, inspírales fervorosa el deseo de la venganza, o enternéceles melancólica con el emponzoñado recuerdo de las pasadas delicias. En medio de horrorosos huracanes, de noches en las que apenas se trasluce una luna amarillenta, reclinado al pie de los sepulcros, o errando bajo los arcos de antiguos alcázares y monasterios, suele elevar su peregrino canto semejante a aquellas aves desconocidas, que sólo atraviesan los aires cuando parece anunciar el desorden de los elementos la cólera del Altísimo, o la destrucción del universo.
Declara en este prólogo el autor su admiración por Scott y Byron y una particular apetencia de imitar la mística castellana, y demuestra un grando más acendrado de Romanticismo que el que ya expuso en El Europeo. Colaboró asimismo en El Vapor con otros compañeros del grupo. Víctor Hugo encontró en López Soler a uno de sus más fieles adeptos, y, así, adaptó Notre-Dame de Paris en La catedral de Sevilla (1834). Tradujo a Chateaubriand y publicó con el seudónimo de Gregorio Pérez de Miranda tres novelas cortas en 1832: Kar-Osman, sobre los amores de un capitán griego y una española en el siglo XVI; Jaime el Barbudo, o sea, La sierra de Crevillente, historia del famoso bandido catalán de la época de Fernando VII, y Enrique de Lorena, que transcurre en la época de Enrique III de Francia. Finalmente imprimió El primogénito de Alburquerque (1833-1834), sobre los amores de Pedro I el Cruel y María de Padilla. Otra novela suya, editada modernamente, es Las señoritas de hogaño y las doncellas de antaño.
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